Quiero tener un canal de YouTube

Melina del Castillo
4 min readOct 8, 2020

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Abrí mi canal de YouTube en mayo de 2019, el día 3 para ser exacta. 16 días después me animé a subir mi primer video; uno que se titula BASTA, LO SUBO porque ya me tenía harta a mí misma con las vueltas que le venía dando a la cosa.

Hacía ya muchos años quería abrirme un canal y empezar a subir videos, de hecho ahí mismo lo cuento. Pero nunca me animaba a publicar nada. Sentía mucha vergüenza y miedo, significaba exponerme demasiado.

¿De qué iba a hablar? ¿Cuántos videos iba a llegar a subir con el tiempo limitado que tenía? ¿Lo verían mis compañeros de trabajo y pensarían que soy una boluda? ¿Hablarían de lo ridícula que soy a mis espaldas? Todo eran inseguridades.

Más de un año después y con casi 20 videos encima puedo decir que cada vez que voy a publicar uno nuevo siento esa misma cosa rara en el estómago que me hacía dudar al principio. Creo que en sí es una sensación que no se va a ir nunca, pero calculo que eventualmente aprenderé a controlarla.

Un poco ya lo hago, digamos, veo mi evolución en cosas como en mis guiones, mi forma de hablar, de encuadrar las tomas, de editar, de los tópicos que elijo tocar… en muchas cosas. Pero sí, esa molestia en la boca del estómago siempre está.

Entiendo que una gran parte de crear algo implica exponerse y eso es lo que puede dar miedo. La diferencia entre publicar un libro o sacar un disco en los 80s y subir un contenido a las redes sociales en el 2020 es que antes necesitabas de una empresa enorme para llegar a todo el mundo, sino te conocía solo tu entorno. Hoy, lo que hagas en internet tiene el potencial de llegar a todo el mundo sin mucha inversión encima, y eso es lo que más me intimida.

¿Vieron cuando dicen que al mar no hay que tenerle miedo, sino respeto? Bueno, con las redes sociales pasa un poco lo mismo. Tenemos en las manos herramientas de comunicación que nunca antes habíamos imaginado, y es obvio que eso asusta. Es un poder demasiado grande para que esté en manos de seres tan primitivos como los humanos.

Un mensaje nocivo puede esparcirse por el mundo creando una pandemia virtual al mismo tiempo en que una causa justa puede ser defendida por billones de personas que no hablan siquiera el mismo idioma.

El punto acá es que después de varios meses de estar metida en esto, entendí que no existe una fórmula mágica para pegarla o crecer. Tampoco es real que una vez que te mandás automáticamente perdés el miedo. Tal vez para algunas personas sí sea así, pero lamentablemente no fue mi caso.

El cagaso a cagarla (valga la redundancia) y el pánico a hacer el ridículo o a equivocarme, sumado a la presión que siento al mirar las estadísticas y darme cuenta de que un video que me llevó mucho laburo no funciona tan bien como esperaba, son todas cosas con las que también hay que empezar a lidiar una vez que decidís hacer contenido en redes sociales.

¿Existe una solución a esto? ¿En algún momento se pasa? Sinceramente no lo sé. Pero lo que sí sé por seguro es que de 100 bocetos, al menos 1 tiene que salir bien. Y que si no te termina de convencer, habrá que seguir creando otros para eventualmente llegar a algo con lo que estemos conformes.

Ahora, esto no soluciona el tema de las inseguridades que involucran a los otros, y acá cada uno tendrá su propio camino para construir; pero lo que puedo afirmar es que si bien tenemos que definir a qué público queremos llegar con nuestro contenido, también es importante ser fieles a nosotros mismos y a nuestras ideas. Porque al final, quienes quieran quedarse con vos van a ser los que (justamente) deseen hacerlo. Y la vida es demasiado corta como para andar exigiéndole a los demás que nos expresen sentimientos que no existen.

Así que como para cerrar esta reflexión me gustaría decir: si estás leyendo y estás suscrito a mi canal, muchas gracias por bancarme. Si no lo estás, te invito a chusmear un rato. Y si querés crear algo, mandate y hacelo como salga, que sobre la marcha irás aprendiendo. Creeme: querer alcanzar la perfección agota y hace que veamos las cosas más difíciles de lo que en realidad son.

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